Fue en una noche sin luna, oscura como la mente del mismo demonio, cuando
las primeras criaturas comedoras de carne aparecieron en la ciudad de San
Cristobal; yo estaba en mi casa, besuqueándome con mi novia porque eso es lo
que hacen los jóvenes normales cuando tienen diecisiete años y sus padres no
están en casa. No planeaba nada, lo juro, pero la situación estaba puesta y yo
aproveché la oportunidad.
Mi boca se mojaba al contacto con los labios de mi novia, eso era mi
único universo, no es que la amara, pero me encantaba sentir su carne húmeda,
suave y tierna sobre mis labios; entonces yo sólo tenía una cosa en mente,
llegar a tercera base. Sus pechos escondidos por la ropa, pero a la vez,
provocativos, expuestos parcialmente por el valle que se forma con los escotes…
los hombres somos como los gatos, cuando algo nos da curiosidad, tenemos que
tocarlo, y yo ya estaba harto de tocarlos por encima de la ropa.
Entonces escuchamos un fuerte golpeteo en la puerta de entrada, como el de
una persona ansiosa por entrar, normalmente nuestro pórtico es víctima de los
predicadores, por lo cual pensé que tal vez era un fanático loco de esos que
harto por el constante cierre de puertas en su nariz, había enloquecido y estaba
decidido a predicar como nunca. Ojalá eso hubiera sido; dejé a mi novia en el
sillón relamiéndose los labios, saboreando su brillo de cereza, y yo me dirigí
a la puerta; a medio pasillo ¡BAM! La puerta se abre de golpe y entra un hombre
loco y calvo junto con una mujer que podría haber sido mi madre, la mujer corrió
llorando y se escondió quien sabe donde mientras el hombre cerró la puerta y
pegó la espalda contra ella como quien la detiene para no dejar entrar al
hombre lobo. Entonces vi un rostro sudado repleto de miedo -¡Hey! ¿Quién
demonios eres y qué carajos haces en mi casa?- le dije al tipo –Lo siento
muchacho, pensé que estaba vacía, déjame quedarme, nos conviene estar juntos-
dijo el anciano con un tono psicótico en sus palabras, yo estaba a punto de
preguntarle algo pero entonces alguien empezó a golpear la puerta con mucha
fuerza, con mucha flojera –¡Son ellos!- gritó el anciano, de pronto un grito,
mi novia en la sala, de inmediato tome un bate que mi padre guardaba en la cesta
llena de paraguas en la entrada por si era necesario, y fui a la sala.
Mi novia lloraba en una esquina abrazada a la señora ajena a mi vida
hasta entonces, ella lloraba y gritaba, aterrada, apuntaba hacia la ventana, yo
seguí la trayectoria de su dedo con la mirada y vi un brazo ensangrentado, con
la piel herida y gris, tratando de alcanzarla, el anciano me arrebató el bate y
comenzó a golpear aquella mano -¡Hermano, es un tío herido, hay que pedir
ayuda, déjalo en paz!- dije yo intentando parar al anciano loco, pero la mano seguía
luchando por alcanzar a mi novia acompañada de unos gemidos que ahora suenan
como el coro de la muerte en mi cabeza.
La mano del brazo salió volando con un golpe del bate y el brazo
cercenado se retiró a la penumbra externa, el sujeto tiro el bate y rápidamente
movió una vitrina que estaba a un lado de la ventana, para cubrir el cristal
roto –Eso los detendrá un rato- dijo él,
entonces yo lo empujé -¡¿Qué te sucede hermano?! Era un tipo herido, le haz
destrozado la mano a punta de golpes, infeliz- yo estaba alterado, un momento
estas tranquilo besándote con tu novia en la casa de tus padres y al siguiente
aparece un anciano tirando puertas y golpeando gente, no es normal.
El tipo me dio una bofetada -¡Callate!- entonces prendió la televisión en
el noticiero
-¡Mira!- yo vi hacia la pantalla aún aturdido por el golpe, pero más que
el golpe, la intención, en mi vida me habían tocado así, ni siquiera mi padre…
vi en la televisión como unos tipos caminaban como si tuvieran mierda en el
trasero, gimiendo como imbéciles, babeando, todos llenos de heridas y pus, mientras
que una multitud de personas corría como desquiciada, huyendo de esos sujetos
raros. La reportera decía que eran zombis, que de pronto aparecieron, uno se le
acercaba por la espalda, el camarógrafo dejó caer la cámara al suelo, se vio la
lente rota y como la reportera forcejeaba con el sujeto, o al menos eso se entendía
por los movimientos de las piernas, la reportera se cayó, el sujeto le mordió
el cuello y no de una manera amigable para hacerle un chupetón; no, le desgarró
la piel, le arranco un pedazo, la mujer gritaba como loca, mi novia se tapaba
la cara con las manos, la señora la abrazaba, el anciano veía con lástima la
pantalla, yo… yo no entendía nada.
-Son zombis, como en las películas malas y los videojuegos, pero esta vez
son reales, se comen a la gente, la persiguen- dijo el anciano al mismo tiempo
que apagaba la tele –No te creo, eso es ficción, y de ser cierto, los tipos
caminan como idiotas, cualquiera puede correr de ellos- pero el anciano movió
la cabeza como reprobando mi comentario –Uno, dos, hasta tres no son problema,
pero son miles, salen de la nada, tú corres de un grupo de doce y luego sin que
te des cuenta aparecen otros enfrente de ti , no importa a donde vayas, a donde
mires, aparecen así sin más, como si el demonio los pusiera adrede frente a ti.
Yo me senté en el sillón -¿Y qué
hacemos?- pregunte idiotamente, a lo que el anciano contestó –Pues, junta todos
los bates, y objetos que podamos usar como armas, la comida, las baterías, las
lámparas y el agua; hay que encerrarnos en algún cuarto y luego, esperar a que
las cosas pasen, he visto como se pudren, en algún momento terminaran de morder
a todos, se pudrirán, la ciudad estará hedionda a muerte algunos años, pero
nosotros saldremos vivos… ¿Qué te parece?- yo como era un idiota de diecisiete
años que sólo pensaba en morderle los pezones a su novia, pensé que era un gran
plan, así que asentí.
Pasado algún rato ya habíamos puesto todos los víveres en cajas, subíamos
y bajábamos hasta el cuarto de mis padres que era el más grande, y entonces
alguien llamó a la puerta, como una persona normal y los zombis ya no tocaban
las ventanas (que ya habíamos clausurado para entonces) ni se azotaban contra
las paredes o arremetían contra la puerta, era el toc toc de un sujeto normal,
tres golpes rápidos y contundentes que dicen “estoy aquí, ábreme”, yo fui a la
puerta, pero el anciano me detuvo con miedo en los ojos, yo me solté como pude,
no recuerdo, corrí hasta la puerta y la abrí.
Detrás de esa hoja de madera apareció él, quien entró de manera
contundente preguntando por el baño cargando una maleta grande y manchas de sangre
negra en la boca, parecía uno de ellos, pero se movía normal, no gemía como
idiota ni parecía tener intenciones de morderme; por lo que le señale el baño
para las visitas y el entró a hacer gárgaras. Yo no me di cuenta, pero después
de que cerré, el anciano se puso a apilar muebles y sillas detrás de la
puerta. Yo estaba afuera de la puerta
del baño, esperando a que el tipo saliera pues mi instinto me decía que él era
diferente, era… algo más.
Al fin salió después de lo que a mí me pareció una eternidad pero él dijo
que fueron cinco minutos, con la cara lavada, libre de sangre y con un fresco
aliento a menta -¿Quién eres?- le pregunte pero él respondió con un gruñido
–Sin nombres, novato… sin historias, sin presentaciones ni opiniones, no
preguntes más de lo necesario y no me molestes con estupideces ¿Cuántos hay aquí?-
preguntó después, entonces el anciano llegó, sudoroso, lleno de miedo -¿Quién
eres, por qué la sangre, por qué no nos dices tu nombre?- a decir verdad fue
una pregunta descortés e injusta porque ese anciano tampoco se había presentado
y no era quien para cuestionar así al extraño, al final de cuentas, esa era mi
casa; pero el extraño simplemente levantó el dedo mayor de su mano izquierda y
se la puso al anciano a la altura de la mirada, como para dar a entender que ya
había hablado demasiado, el anciano se enojo mucho, yo me habría enojado mucho,
pero me pareció genial esa respuesta; entonces el extraño me volteó a ver con
esos ojos penetrantes y casi locos, llenos de una ira callada, adornados por
esas enormes cejas llenas de pelo –Somos cuatro, mi novia, una señora, este
tipo y yo, claro eso sin contarte a ti- respondí
de pronto.
El extraño fue a la sala y comenzó
a buscar algo entre las cajas, sacó un cuchillo de cocina, una barra de granola
y una botella de agua y las metió en su maleta –El que quiera vivir que venga
conmigo, quien no, se puede quedar a morirse, me da igual- se levantó y caminó
hacia la puerta. Entonces la mano del
anciano lo detuvo -¡¿Quién te crees, acaso quieres matarnos?!- el extraño lo
miró fríamente, como advirtiéndolo con una amenaza de muerte, el anciano lo
soltó de inmediato –Primero, no me vuelvas a tocar, segundo, quedarse en un cuarto como rata cobarde es lo
peor que puedes hacer, porque tarde o temprano pasaran a través de tus
barricadas y tus paredes, subirán y te tendrán contra la una esquina quince a
uno, te morderán y sentirás como sus dientes flojos se clavan en tu piel, como despedazan
tu cuerpo parte por parte y hunden sus uñas podridas en tu carne, como te desgarran
y a veces dejan uno o dos dientes olvidados en la herida, y su sangre fétida
llenando tus fosas nasales mientras absorben el podrido olor de la muerte, su
fétido aliento invadiendo tu ser, dejando de ser tú para lentamente volverte
uno de ellos y deambular como imbécil por el resto de los días, aunque juzgando
por lo que llevo tratándote, no sería muy diferente a uno de tus días normales…
¿o me equivoco?- dijo el extraño; yo casi me voto de risa, pero no lo hice por
respeto al anciano.
Quitó la barricada de dos patadas y volteó a ver al anciano con cara de
decepción, luego me miró -¿Vienes o te quedas?- entonces el anciano me detuvo
–No vayas, déjalo morir solo- me dijo y luego lo miró a él –Si te quieres
morir, hazlo, pero no pongas en peligro a otros, seguramente lo quieres usar de
carnada, eres un imbécil, vienes aquí a dar ordenes, ni siquiera es tu casa,
entras, te robas la comida, perviertes jóvenes para que vayan hacia la muerte…-
decía quien sabe que más cosas hirientes cuando de pronto el extraño sacó un revólver
de su gabardina gris, le apuntó en la frente al anciano y le disparó. El tipo cayó bien muerto, yo sabía que las
cosas se habían puesto muy serias, muy muy serias, el sujeto muerto se retorcía
en la alfombra sobre un charco de sangre mientras el extraño se guardaba su revólver
como si fuera algo muy normal, yo no sé cómo lo miré -¿Qué? Tarde o temprano
sería uno de ellos, y lo de la carnada me dio una idea ¿Vienes?- dijo el
extraño, pero en ese momento llegó corriendo la señora, berreando de dolor, a
hincarse sobre el cuerpo del anciano y a sollozar como nunca vi a una mujer, mi
novia vio al muerto y vino corriendo a abrazarme, como si mis brazos fueran de
metal y pudieran hacer gran cosa contra el revolver de un sujeto a quien no le
importaba nada.
Después de escuchar los muchos sollozos de la señora, accedí a ir con él,
mi novia se apuntó sin pensarlo, pero la señora se negaba a venir y la dejamos
–Mejor, más carnada para los zombis, los distraerán dos o tres horas mientras
nosotros nos vamos- dijo el sujeto. Así
fue como comenzamos a vagar por la ciudad, oscura, húmeda por las lluvias de
verano, con el calor hasta las sienes empapándonos las greñas, saltando entre
cadáveres, dando vueltas en las esquinas como si la ciudad se hubiera vuelto un
laberinto colosal en donde detrás de cada puerta, ventana o escalera estuviera
la muerte encarnada en esas cosas. Caminábamos detrás de él muy sigilosos, a
veces tomaba los muertos que aún no se volvían zombis y los guardaba en botes
de basura o sacaba un machete y les cortaba la cabeza, yo no entendía para qué.
Entonces en una esquina se detuvo, se sentó en el suelo y sacó un cigarro,
mientras fumaba empezó a hablar -¿Sabes? El termino zombi es un error, zombi es
una palabra que viene de Haití, una isla llena de descendientes de esclavos
africanos y como tales, heredaron de ellos la magia voodoo; para ellos, los zombis son espíritus que residen en el
interior de todas las cosas, como almas para cada objeto, planta, animal y
persona en este bendito mundo. Dentro de la magia voodoo está la práctica de
esclavizar a los criminales cuando mueren, uno se apodera del zombi del sujeto
y el sujeto se vuelve un idiota que hace todo lo que le pides, claro, primero
debe morir para liberar su zombi y luego uno apresa al zombi para revivir el
cuerpo y que pueda obedecer… luego llegaron los americanos y entendieron todo
mal, como suelen hacer- terminó, apagó su cigarro en el suelo, votó la colilla
por ahí y se levantó, entendimos que era momento de seguir y seguimos.
En una de esas, ya casi al amanecer, le falló el cálculo, por lo que
terminamos corriendo de un trío de esas cosas raras, el sujeto no corrió ni se
escondió ni nada, sacó su machete y se aventó a la buena, cortando y dando
tajos como si estuvieran en oferta, uno de esos monstruos le salió por atrás,
entonces el extraño se agachó, el zombi trato de agarrarlo pero se quedó con
las ganas, y mientras el pobre intentaba
comprender que ocurría a su alrededor, el extraño se le aventó para morderle
una lonja, emergió sangre negra y pus, yo me quedé frío ¡No entendía para que
carajos hacía algo tan asqueroso y tonto!
Pasó, logramos salir de aquella aventura, nos metimos a un bote de basura
que no apestaba mucho y ahí nos quedamos según que a descansar, lo que explicó
porque contra el aire el sujeto apestaba a basura –La basura disfraza tu olor a
humano, ayuda soportar la peste, te da uno o dos días de vida, ja- dijo el tipo
para justificarse, yo entonces creí que más que una táctica de supervivencia,
ese tipo tenía un gusto por la porquería y la mierda de lo más extraño; mi
novia simplemente daba arcadas y el extraño sólo le hacía señas para que se
callara y se tragara el vómito, al poco rato mi novia se hartó de querer y no
poder, se quedó dormida y mientras dormía envuelta en sudor, manchas de sangre
y lágrimas, yo me atreví a hacer charla -¿Por qué los muerdes? No tiene nada de
malo ni nada, pero… ¿ya notaste que están llenos de pus y sangre muerta?¿Te
gusta el sabor?- el tipo casi se orina de risa ante mi pregunta y después de reírse un buen rato
a expensas de mi inocencia, decidió contestar –Amigo, en el círculo en el que
me muevo me llaman el devorador, y eso no es gratis, a veces muerdo a esas
cosas y les arranco pedazos, tal vez ya
no son humanos pero funcionan con los principios más básicos de supervivencia,
uno de ellos es el de autoprotección, no son muy sensibles pero aún sienten
algo de vez en cuando, así que si de pronto sienten que algo los muerde, se
alejan, buscan alejarse de ti y ya no te atacan- entonces me puse a recordar,
era cierto, en el momento en que el extraño le mordió la lonja al zombi, esa
cosa empezó a gemir como un condenado y a buscar una manera para alejarse de
tal manera que le dejó un pedazo en la boca al extraño y se fue berreando como
un tonto, el extraño escupió el pedazo dando arcadas y luego sacó una botella
de enjuague bucal para hacer buches -¿Y entonces el enjuague bucal es para
quitarte el mal sabor?- le pregunte –Así es amigo, no es nada lindo probar
sangre podrida y pus, es como… el sabor del cobre y la carne podrida ¿lo
imaginas? Por eso a cada rato ando con una botella de enjuague bucal en la
mano, escupiendo como una maldita llama, no me gusta pero cuando la situación
lo requiere…
Al poco rato me quedé dormido, el golpeteo de la lluvia sobre la tapa del
depósito de basura fue arrullador, no sé si soñé o no, cuando desperté me
pregunte por la suerte de mis padres, pero supuse lo peor y a pesar de la tristeza,
un instinto extraño, nuevo, me impidió que me pusiera a llorar como niña
chiquita, quizás era eso y algo de pena; no sería capaz de llorar frente a un
sujeto tan rudo que le muerde las costillas a esas cosas, había visto tipos que
las matan a puñetazos en las películas, pero nunca que un hombre las mordiera
así sin más.
El devorador se levantó, se asomó
por una rendija y abrió la tapa -¡Vamos! Ah, una cosa… tú no trates de
morderlos, te podrías infectar, yo puedo porque estoy inmune a ese bicho raro,
pero tú y tu novia no- saltó afuera para luego cargar a mi novia y sacarla de
ahí mientras yo me las arreglaba solo – ¿Y cómo te volviste inmune?- el tipo me
miró con duda –Tengo muchos amigos con gatos…- no le pude sacar más y
continuamos vagando.
Caminamos y caminamos durante seis horas sin saber a dónde –Oye¿ A dónde
vamos?- le pregunte después de un rato –A ninguna parte, estoy buscando- me
dijo –¿A quién?- pero ya no me quiso responder. Nos topamos a un grupo de
cinco, esta vez sacó unos cuchillos muy pequeños y los lanzó como un cirquero,
a todos les dio en la cabeza y todos se quedaron ahí en el suelo, temblando con
espasmos de electricidad, él se acercó a recoger sus cuchillos, a limpiarlos
con la ropa de los muertos y a guardarlos uno por uno, cuando regresó me miró
-¿Qué? No son gratis- seguimos caminando.
Mi novia estaba harta, lo podía ver en su cara, tenía ganas de un baño de
agua tibia, un helado y dormir en una suave cama con edredones rosas y muchas
almohadas, quizás antes una buena cena con verduras porque ni hablar de carne, no me extraña que ahora
sea vegetariana. Finalmente llegamos a un lugar extraño, no había ni un solo
zombi, estaba todo limpio, como si nunca hubiera pasado nada en la ciudad, los
edificios tenían todas sus ventanas intactas (a diferencia de los demás
edificios que contaban con ventanas rotas y en algunos de ellos, incendios sin controlar,
incluso vi algunas ventanas con los cadáveres de la gente colgando) no había
manchas de sangre ni se alcanzaban a escuchar los clásicos gemidos de los
muertos vivientes.
-Bien muchachos, hemos llegado, ahora les voy a decir algo y quiero que
me pongan atención- nos dijo el sujeto mientras nos miraba a los ojos, mi novia
rompió el silencio –Los zombis, no podemos quedarnos aquí, ellos pueden venir-
pero el sujeto la calmó, le puso una mano en el hombro como haría un padre y le
dijo –Tranquila, no se acercarán, no les gusta el aroma que ahora nos rodea,
podemos hablar tranquilamente mientras disfrutamos de la luz del sol, pronto
podrás bañarte y comer, ahora escuchen- se sentó en el suelo con las piernas
cruzadas y nos espero a que lo imitáramos, luego empezó a relatar.
- Esto que han visto no es la primera vez que pasa, desde 1985 han venido
ocurriendo este tipo de eventos en diferentes partes del mundo, primero fue
Afganistán, luego fue Bielorrusia, ahora sucedió aquí en San Cristóbal, y
volverá a suceder quien sabe en donde. A
diferencia de lo que la ficción cuenta, no es algo relativo al gobierno o a una
empresa diabólica que experimenta con el ADN humano, es una enfermedad que no
sabemos de dónde viene, lo único que sabemos es que comenzó hace mucho tiempo
con el culto a los gatos. Los egipcios se la adjudicaban a una maldición de Ra,
luego volvió con la peste en el siglo XVI para volver a extinguirse sin dejar
testigos que puedan estudiar o dar luz sobre algo. Ahora ha vuelto a brotar,
pero esta vez más fuerte que nunca, ustedes han sobrevivido y tienen dos
opciones, son totalmente libres de elegir pues nadie actuara en contra de lo que
quieran, no son mayores de edad pero la organización a la que pertenezco no se
fija en políticas, todos pueden ayudar- hizo una pausa –Soy parte de una
organización fundada por los gobiernos
de todo el mundo y varios activistas independientes, dentro de la organización
tenemos laboratorios y una armada encargada de investigar y contener la
infección así como de rescatar a cuantos podamos, lamentablemente no podemos
hacer mucho pues la infección suele mutar muy rápido e infectar a la gente en
poco tiempo, ustedes son candidatos a inmunidad pues han estado respirando este
aire sin mostrar síntomas, pueden elegir ayudar a nuestra organización o
regresar a ser civiles y vivir una vida tranquila en otra ciudad donde serán tratados
como refugiados y sobrevivientes de una de las epidemias más grandes que ha
enfrentado la humanidad ¿qué dicen?
Yo no sabía que pensar, sonaba de película, como si mi mejor amigo se
hubiera esforzado demasiado en una mala broma, pero había visto los muertos y
no eran de goma, había escuchado los gemidos y no eran grabaciones, había
caminado en la ciudad, la había cruzado y tal devastación no podría ser una
mala pasada para un programa de videos tontos en la televisión ¿Los gatos, qué
tenían que ver esas pequeñas bestiecillas con todo esto, acaso habían resultado
una especie extraterrestre y ahora nos atacaban así? - ¿Por qué los gatos?-
pregunté –Hay parásitos en cada ser vivo complejo de este mundo, ahora mismo tú
tienes un puñado de algunos en tu estomago, algunos te ayudan a digerir tu
comida y otros se transformaran en los gusanos que se coman tu cuerpo cuando
mueras, las tortugas japonesas tiene salmonella en su tracto digestivo para
combatir algunas bacterias que hay en su comida, y de la misma forma los gatos
tienen un parásito que infecta a los seres vivos a su alrededor para hacer que
el gato parezca más agradable a los otros, y de esa manera aumentar sus
posibilidades de supervivencia… de alguna forma extraña ha mutado hasta
transformar al ser humano en esto, tiene que ver con un hongo en Asia y la
tendencia humana hacia el hedonismo, una combinación de variables, pero eso no
importa, lo que importa es la decisión que tienen en puerta.
En ese momento apareció el sonido de un helicóptero que se acercaba desde
las lejanas montañas en el horizonte,
supuse que teníamos hasta que el helicóptero aterrizara con nosotros
para decidir, ahora que lo pienso detenidamente, tal vez me precipite pero
entonces tomé aire muy hondo y acepté unirme a la organización, mientras que mi
novia decidió volverse una civil pues quería olvidar lo sucedido.
Desde entonces han pasado ocho años, resultó que el Devorador no es parte
de la organización, sino un reactivo ajeno que se aparece una o dos semanas
antes de un brote a gran escala por las calles de la ciudad afectada, se la
vive de basurero en basurero, matando zombis y salvando a cuantos puede,
engrosando las filas de la organización y nadie sabe por qué.
Aún me escribo con aquella chica que era mi novia, y yo, pues voy de
ciudad en ciudad con un M14 y un cinturón lleno de granadas, salvando gente y
disparando balas contra esos malditos, a veces los muerdo también, no es nada
gratificante, pero ayuda. Por eso, es que los muerdo, he grabado esto antes de
aplicar el examen psicológico al que he sido obligado pues explica la razón por
la cual lo hago, sin embargo, creo que es una buena manera de diagnosticar mi
locura a tiempo, al final de cuentas, después de todo lo que he visto ¿Quién no
se volvería loco? Ya lo dije, no estoy loco, simplemente… a veces me dejo llevar
por la emoción del momento.