sábado, 7 de enero de 2012

La luna.


Hace muchos días, cuando la segunda humanidad vivía sobre la tierra y la luna solía estar en en centro del mar, un joven vagaba por la playa y se enamoró de la luna. Construyó un bote para ir al centro de los mares y ahí comenzó a cortejar a la luz nocturna. 

Todos los días le escribía un poema, poemas a la luna, y todos los días la luna comenzaba a brillar más y más de tan enamorada que estaba, hasta que un día, el joven conocío a Estrella, quien era más hermosa que la luna y aparte era más fácil de amar... y es que tenía una sonrisa más brillante que la luna y un par de ojos miel que resplandecían tanto como el sol.

Aquel joven dejó de ir a visitar a la luna, y el fulgor nocturno comenzó a extrañar los poemas de su amante de carne, sus años de vida en la tierra le habían enseñado que el corazón del hombre suele acostumbrarse a las cosas cuando pasan seguido, y que dentro de los hombres hay un hueco en su pecho que les exige llenarlo con cosas cada vez más intensas y diferentes, por lo que comprendio la ausencia de su amante y aceptó el termino de su amor diciendo "Amor que termina no es amor y entonces yo no tengo porque llorar".

Estrella y el joven eran felices, pero lo que el joven no sabía es que Estrella al igual que él con la luna se había aburrido, ella también se estaba aburriendo de él. Un día se separaron, "no eres tú, soy yo" dijo la chica, y el joven destrozado se fue a llorar a las orillas del mar. Ahí fue cuando recordó que solía tener un amor perfecto con la luna, volvió a navegar en su bote hasta el centro de los mares, pero la luna ya no lo quiso aceptar.

"Lo siento, es que no podía venir, me tenían atrapado" dijo primero aquel joven, pero la luna no le creyo. "Bueno, bueno, está bien, la verdad es que mi madre murio y estaba muy triste, yo no te quería preocupar" agregó. Decía tantas mentiras desesperadas, y todo para volver a conquistar al corazón de la luna, pero la luna era conocedora de la verdad, ese joven tonto dijo tantas mentiras que la luna ya no pudo creer en él ni una sílaba y entonces, como se sentía ofendida por sus mentiras se comenzó a elevar.

La luna trepaba un poco más dentro de la noche cada que el joven le decía una mentira, y el joven se subio a los árboles, a las montañas y las torres más altas para gritarle que la amaba, que había sido un tonto, que no le volvería a engañar, le grito de todo, hasta le grito la verdad, pero la luna ya no le creía más... descorazonado el joven, vio como el eco de sus palabras rebotaban en las nubes y como la luna seguía subiendo más y más. 

La luna salió de nuestro planeta y llegó a estar donde ahora esta, a una distancia considerable de nosotros y de las mentiras que inventamos, y es que no hay nada más ofensivo que te quieran ver la cara de tonto cuando ambas partes saben la verdad. Ahora la luna vive lejos, amando cometas y besando estrellas fugaces, haciendo el amor con el sol, lejos de nuestras mentiras y nuestras dudas, lejos de nuestros huecos y nuestros aburrimientos... y a veces me da tanta envidia, porque desde aquí, desde la tumba de aquel joven tonto que amó a la luna, se ve que ayá arriba se vive con harta paz y tranquilidad, que de seguro si me voy, no regreso jamás.