En el año 2045 el Dr. Indra
Zarubin dejó la estación de investigaciones sobre el generador de bosones, en
las profundidades de la ciudad submarina
de Islandia, y se mudó a las cálidas costas de Canadá, donde fundó una estación
de educación continua para residentes nativos de aquella zona de bajos
recursos.
Al principio fue una vil tienda
de lona bajo la cual instaló pupitres porque los lugareños veían como una pérdida
de tiempo el aprendizaje de la lectura y
las matemáticas, pero con el tiempo resultó ser un buen lugar donde dejar a los
niños mientras los padres trabajaban o tenían ganas de estar solos, por lo que
pasados dos años, la construcción de un edificio fue necesaria y la sociedad de
investigadores consideraron necesaria la inversión en dicho proyecto.
Cuando yo llegué, las ventanas
carecían de cristales y las puertas eran trozos de lona mal recortados, adentro
los niños estudiaban con cuadernos de papel como en la prehistoria y leían
cuentos de ciencia ficción sobre viajes a través del tiempo. En las
instalaciones le ayudaban dos chicas de color que por alguna razón había
terminado bajo la tutela del Dr. Zarubin, al igual que otros tres niños; Nuria,
Atenas y Sariel.
De ellos tres Sariel era el mayor
y pasaba la mayor parte del tiempo jugando con una mochila jet pack, subiendo y
bajando de la azotea mientras que las niñas lo miraban jugar, esperando a que
la mochila fallara y tuvieran que ir corriendo por el profesor. Pero eso nunca
pasó, al año fue que se aburrió Sariel y comenzó a leer libros de todo tipo,
impresos en fibras vegetales como seguramente lo hicieron nuestros antepasados.
Zarubin era profesor de día y a
cada alumno le dedicaba su paciencia, había niños que no aprendían tan rápido
como otros y era necesario citarlos en el descanso para apuntalar aquello que
estaba flojo. Uno de ellos era Daniel, tenía problemas con la lectura, no
entendía como ligar las letras una detrás de las otras, por lo que el doctor lo
llevo a su oficina, ahí uso un aparato extraño que le indicó buenos resultados,
al parecer el doctor temía que Daniel padeciera de alexia, pero resultó
negativo.
La siguiente vez que los vi
practicando, Daniel se desesperaba muy pronto, era impaciente –No te preocupes,
todo está bien, no pasa nada- decía el doctor con tono paternal, pero el niño
respondía enfurecido -¡No, soy un tonto, nunca aprenderé a leer, tengo eso…
alexia!- entonces el doctor se levanto mirandolo
con amor al mismo tiempo que con autoridad –No Daniel, no eres ningún tonto, y
no tienes alexia aunque lo dices como si te gustara la idea. Lo que pasa es que
no te tienes paciencia, no respetas tu ritmo de aprendizaje, quieres ir más
rápido de lo que puedes ¿Tú sabes que le pasó a los que intentaron ir más
rápido que la luz sin respetar sus capacidades físicas? Se volvieron energía y
se disiparon en la oscuridad del cosmos, todo por querer demasiado, lo cual no
es malo, pero es erróneo cuando no respetamos lo que somos- Zarubin se calló en
seco, se dio cuenta de que estaba levantando la voz –Lo siento, no era mi
intención… puedes irte- dijo el doctor, pero el chico no se fue, tomó un libro
y siguió intentándolo, el doctor se sintió conmovido –Yo sé que quieres
aprender a leer para poder comentar con tus amigos sobre los libros del viejo
Asimov, pero no te preocupes, cuando aprendas a leer te daré libros de Bradbury
, serás la sensación del instituto, ya lo veras- dijo Zarubin al mismo tiempo
que se levantaba y apoyaba su mano sobre el hombro del chico.
Cuando Zarubin no estaba enseñando,
lo podías encontrar en su laboratorio, haciendo un desalinizador automático con
las partes sobrantes de aparatos viejos que se usaron antes de la gran guerra.
Si eras lo suficientemente silencioso para convencerlo de que estaba solo,
comenzaba a charlar con el holograma de una mujer que ocasionalmente besaba; le
decía cosas sobre lo mucho que extrañaba los cascos cognitivos porque permitían
la difusión del conocimiento de manera veloz, eran cascos con circuitos
extraños que detectaban la configuración eléctrica del cerebro y luego la
modificaban de manera que los impulsos se tradujeran en forma de saber dentro
de la consciencia del paciente, por lo que bastaban algunos minutos para
estudiar una licenciatura en física teórica o un doctorado en ciencias
avanzadas aplicadas a la estructuración de la materia en base a bosones. Todo
gracias a la computación cuántica que se descubrió hacía más de quince años,
pero que por raro que pareciera, no estaba disponible para todos los habitantes
de la Tierra.
Una tarde llegó una de las
ayudantes de Zarubin – me parece que se llamaba Minerva- llegó alarmada
diciendo que un hombre había bajado del cielo sobre la playa. Zarubin,
conociendo la cosmovisión de los nativos, concluyó inmediatamente que alguien
había venido desde Islandia para hablar con él, por lo que se acomodó el cuello
de su bata y salió con prisa hacia la orilla del mar.
Ahí estaba un sujeto robusto y
ancho, con una mandíbula cuadrada y el cabello salpicado de canas por aquí y
por allá. Zarubin sonrió, era un ocaso naranja en el que la sombra de las nubes
se veían cafés y el firmamento parecía estar bruñido con tonos dorados. El
sujeto vio a Zarubin y sonrió -¡Viejo amigo! Hace tantos años – dijo aquel –Mi
estimado doctor Zuravleva, cuanto gusto- contestó Zarubin,
quien extendió la mano para saludar a su colega.
-¿Qué lo trae por aquí?- preguntó
Zarubin mientras miraba hacia el horizonte buscando el vehículo que había traído
a su amigo desde tan lejos –Vine por ti desgraciado, te marchaste sin decirme
adiós, mi mujer estuvo insoportable durante semanas quejándose porque ya que no
estabas tú, ella era la que iba a tener que escucharme hablar todo el tiempo
sobre bosones y materia ilimitada para toda la humanidad- los dos se
carcajearon –Lo siento- dijo Zarubin para después agregar -¿y cómo se le quitó
eso? – Zuravleva soltó una pequeña carcajada –No se le ha quitado, sólo que en
vez de quejarse conmigo, todos los fines de semana va a casa de su madre a
quejarse de mi con ella, lo cual me tiene muy complacido.
Zarubin le dio una palmada en la
espalda, extrañaba poder hablar así con un ser humano, después guió a Zuravleva
hacia su laboratorio, lo sentó en una mesa y le sirvió un té hecho con unas
hierbas verdes que coloreaban el agua de
un color purpura muy profundo.
-Entonces…- dijo Zarubin -¿qué te
trajo hasta aquí?- Zuravleva se puso serio, se sentó derecho y apoyó los codos
en la mesa –Veras, en estos últimos tres años hemos hecho grandes avances sobre
el generador de bosones, si todo sale como hasta ahora, en cinco años estará
listo, por lo que tendremos materia ilimitada para toda la humanidad, y esta
decadencia de la que has sido testigo ha de desaparecer por completo de la
memoria del hombre.
Zarubin miró hacia abajo –Genial,
me da mucho gusto por ti y por los chicos pero ¿Y eso que tiene que ver
conmigo?- dijo Zarubin en voz baja - ¡Demonios Indra! Sabes que no sería
posible sin tu solución sobre taquiones, fue genial y necesitamos tu intelecto
ahí abajo para poder terminar en tiempo, deja esta causa perdida, no podrás
educar a estos salvajes, no tienen…- Zuravleva estaba a punto de decir algo,
pero Zarubin se levantó en seco -¿Qué no tienen, inteligencia, aptitud,
cerebro? Konstantin, los he visto aprender y enseñarse a hacer cosas que
nosotros no somos capaces, nosotros nos sentimos como dioses abajo del agua con
nuestras luces alimentadas por energía geotérmica y nuestras ropas en aerosol
que prenden y apagan de acuerdo a nuestro humor, pero si nuestros domos se
rompen estamos perdidos; si nuestra tecnología se acaba somos unos completos
inútiles, tal como te lo digo, inútiles, porque no sabríamos hacer fuego ni
sabríamos cazar nuestro alimento ¿Quiénes son los ignorantes Konstantin? Ellos
son capaces de aprender, lo he visto, los cascos cognitivos no funcionan con
ellos porque sus cerebros son diferentes, son libres, no están domesticados,
nacieron en la tierra salvaje como lo hizo el primero de nuestra especie, pero
eso no los transforma en completos imbéciles… ellos necesitan educación, nosotros
necesitamos educación, yo… yo sólo se que nada se.
Zuravleva se levantó también,
sacó un cilindro enorme, se llevó un apunta a la boca y a la otra le arrancó un
trozo, dejando a la vista un brillo rojizo del cual emanaban tenues líneas de
humo blanco azulado, le dio un jalón – Indra, no sé porque te obsesionas con
este asunto, abajo tenemos todo lo que podríamos desear, y si nos ayudas
podrías dárselo a estos seres también, dime ¿por qué te obsesionas con
educarlos? Vamos, ni siquiera quieren que los enseñes a leer ¿Por qué pierdes
tu tiempo así?- silencio, Zuravleva soltó el humo por la boca, Zarubin se dio
vuelta miró directo a los ojos a su
colega –No se trata sólo de progresar porque si, a inicios del siglo XXI teníamos
un nivel de vida parecido, y sin embargo todo se fue al demonio, nunca nos
bastó tener supermercados repletos de comida, aún había hambre en las calles y
aún se quejaban, lo hacían porque no recordaban que antes de ellos, toda esa
abundancia era un sueño para sus antepasados; nuestra civilización se destruyo
a sí misma y el arma para cometer suicidio fue el progreso- dijo Zarubin.
-¿Pero que dices? Sabes bien…-
Zuravleva decía algo, pero Zarubin alzó la mano con intención de hacerlo
guardar silencio –No lo entiendes Konstantin, ni tú ni los demás… no se trata
de darles acceso a tecnología milagrosa, eso no nos vuelve civilizados, porque
no seríamos más que un simio con una metralleta apuntándole a otros simios; se
te olvida que somos animales, que tenemos instintos, pasiones, un lado oscuro
si lo quieres llamar así; es ese lado oscuro lo que nos vuelve humanos,
nuestros celos, nuestras ambiciones que nacen de nuestras necesidades y
nuestros traumas, eso es lo que nos impulsa a creer en el progreso, pero sin
educación, las matemáticas son sólo datos y alfa centauri una estrella más en
el cielo, la educación sirve para formar el carácter, para hacernos conscientes
de nuestro entorno, disipando las nubes de nuestro lado oscuro dándonos la libertad para ver con los
verdaderos ojos de la razón el mundo y así maravillarnos con los fenómenos del
universo. Ahora vivimos en un mundo
desigual, pero la vida siempre ha sido injusta, el generados de bosones no nos
va a dar la respuesta, aunque he visto como lo buscamos desarrollar con ansia y
desesperación, pero no; la respuesta es la educación de la mente del hombre,
enseñarnos a actuar en consciencia de nuestro entorno para respetarlo y
respetarnos, sólo educando a la gente de
esa manera es que podremos salir de esta crisis que tenemos como especie.
Zuravleva apagó el cigarrillo en
el cenicero que estaba sobre la mesa, le dio un abrazo a su amigo para después
salir a la playa, ahí lo esperaba un vehículo con forma de vaina que lo habría
de llevar hasta Islandia. Zarubin lo siguió –Espero… sepas entenderme-
Zuravleva se carcajeó –Claro que lo hago amigo, pero en caso de que tengas
razón, no es a estos salvajes a quienes tiene que educar, sino a nosotros-
Zarubin sonrió – Lo sé, pero estos salvajes carecen de soberbia. Zuravleva se metió en la vaina –¿Así que
soberbia, amigo? Eso es lo que te sacó del mar… pues bien, hasta luego, debo
volver pronto o nadie me creerá que estaba investigando, cuídate mucho- dijo
Zuravleva y Zarubin asintió con la cabeza –Tú también hombre… tú también.
Hacía dos horas que Zuravleva
había metido la cabeza en su transporte y la compuerta había vuelto invisible a
su amigo loco, ahora tenía a medio mar encima de su cabeza, pensaba en las
palabras de su amigo; “La respuesta es la educación de la mente del
hombre, enseñarnos a actuar en consciencia de nuestro entorno para respetarlo y
respetarnos, sólo educando a la gente de
esa manera es que podremos salir de esta crisis que tenemos como especie.”
Una sonrisa iluminó su rostro - ¿Así que soberbia Zarubin?.. Somos listos, es
obvio estar enfermos de soberbia.